Vicente Huidobro: La Confesión Inconfesable

Nei mie primi anni, tutta la mia vita artistica si riassume in una scala di ambizioni.

En mis primeros años toda mi vida artística se resume en una escala de ambiciones. A los diez y siete años me dije: debo ser el primer poeta de América; luego al pasar de los años pensé: debo ser el primer poeta de mi lengua. Después a medida que corría el tiempo, mis ambiciones fueron subiendo y me dije: es preciso ser el primer poeta de mi siglo, y más tarde, estudiando la poesía con un amor cada vez más profundo llegué a convencerme de que la poesía no ha existido jamás y que era necesario constituirnos unos cuantos en verdadera secta para hacerla existir. Lo que se ha llamado poesía hasta hoy es un mezquino comentario de las cosas de la vida y no una creación de nuestro espíritu. Son vanos floreos puestos entorno de las cosas, pero no es la creación de un hecho nuevo inventado por nosotros.

El poeta es un pequeño dios. Se trata, pues, de condensar el caos en diminutos planetas de emoción.

Y he aquí la síntesis de una vida, de una vida intensamente vivida, de una vida a doscientos kilómetros por hora, arriesgándolo todo en cada instante por hacerlos más intensos, más vibradores, saltando como un acróbata sin vértigos del trapecio-poesía, al trapecio-amor.

Ella, la cambiadora de rumbos puede estar satisfecha, pues a pesar de todas las vicisitudes, a pesar de las tempestades con truenos y relámpagos, ella sigue siendo aun el centro de la periferia.

Y viviré por que ella vive. Seguiré debatiéndome dentro de esta periferia incolora como un pez monstruo fuera de su elemento. Hijo de este siglo cobarde y falso, seguiré rompiendo sus molinos de farsas, último descendiente de la mentira y la comedia social quiero al mismo tiempo ser el primogénito de una nueva era que ya empieza a clarear. Quiero ser el primer hombre libre, el primero que rompe todas las cadenas.

Mi vida y mis hechos prueban, ¡oh mundo estúpido! que nunca te he tomado en serio.

Amigos! Seamos los últimos engañados de una era equívoca y perversa, seamos los primeros hombres auténticos; soltemos los pies de las cadenas y los grillos y lancémonos ebrios de libertad en la danza de la luz frenética.

*En Vicente Huidobro (1893-1948), Vientos contrarios, Santiago de Chile, Nascimento, 1926