Vicente Huidobro: La Confesión Inconfesable

La parte più confessabile della confessione inconfessabile va dai miei ventidue ai miei trentadue anni.

La parte más confesable de la confesión inconfesable va de mis veintidós a mis treinta y dos años.

Es un desfile de barcas luminosas que se alejan en las noches de mi angustia y sólo hay dos faros sobre dos rocas de borrascas, dos faros que giran enredando la música celeste.

Dos faros como dos husos empeñados en tejer las hilachas del vacío.

De mi vida pasada ¿cuáles son los momentos que que dan vibrando en mi memoria?

Los momentos de arte, los momentos de angustia y los momentos de pasión. De los momentos de alegría casi no guardo recuerdo alguno.

¿Cómo olvidar aquella mañana trágica en nuestra hacienda de Llolleo cuando mi amigo el poeta Juan Guzmán se estaba ahogando y yo me lancé al agua para salvarlo y casi perecimos los dos?

¿Cómo olvidar aquel choque de trenes en la noche cerca de Oñate cuando iba en el expreso de Madrid a París? El horrendo desfile de cadáveres, los aullidos de la gente despedazada, los gritos de las mujeres y ese olor pesado de tripas y de vientres abiertos, cuando ayudábamos, el dibujante Espinosa y yo, a sacar los heridos de los escombros. Hasta hoy no he podido saber en qué forma milagrosa pudimos contarnos ambos entre los pocos escapados. ¡Y el momento del choque! Oh! esto es algo imposible de narrar; uno no sabe si le han pegado un tiro por la espalda o si se cae encima una montaña o si de repente se ha abierto la tierra y el tren se precipita a los abismos.

¿Cómo olvidar aquellas reuniones de irlandeses exaltados cuando me dio por romper lanzas contra el imperialismo inglés y aquellas caras de orientales rebeldes con ojos luminosos de profetas y las frases ardientes y los terribles juramentos?

¿Cómo olvidar las angustias de París en las noches álgidas de la Gran Guerra y aquellos días del bombardeo en que al despedirnos de un amigo no sabíamos si un cuarto de hora después contaría entre los muertos o contaríamos nosotros?

¿Cómo olvidar esos tres días en Dublín perseguido por la policía inglesa y obligado a dormir cada noche en una casa diferente?

¿Cómo olvidar la muerte de una estrella que ha iluminado un sinnúmero de nuestras noches, estrella errante y fugitiva con la cual pasamos juntos en el azul sobre las más altas montañas?

Y luego después, las luchas políticas, arrastrado por un ideal sincero, indomable en medio de las amenazas y las catástrofes.

Por encima de todo el poeta latiendo en cada instante, el recuerdo vivo de las batallas literarias allá en París, aquí en América, en Alemania, en España. La fe entusiasta en imponer un arte que nos parece más auténtico que el otro. Las batallas en los teatros y en conferencias públicas. ¡Cuántas veces salimos expulsados por la policía!

Todo esto desinteresadamente, sin buscar jamás el aplauso de las multitudes, desafiando al contrario el buen criterio de las burguesías y sólo atentos a la sinceridad de nuestro corazón.

Todo esto, todo esto, las borrascas y las tempestades, algunas tragedias y no pocos dramas es lo que ha contribuído a crearme una especie de leyenda novelesca y llena de falsedades. Radiguet decía que yo era el último de los románticos y a pesar de ¡a enorme diferencia de estéticas me afiliaba en la lista de los Chateaubriand, de los Byron, de los Lamartine, de todos los exaltados y aventureros entre los cuales entra también Rimbaud, si no en cuanto poeta, pues su poesía es algo tan superior, por lo menos en cuanto a hombre.

Como si mi cerebro estuviese dividido en dos compartimentos absolutamente independientes me sentía atraído con igual pasión por el estudio de las ciencias, lo que me hizo seguir cursos en ia Sorbone y otras universidades europeas sobre Biología, Fisiología y Psicología Experimental, y por el estudio de lo maravilloso, lo que me hizo dedicar muchas horas a la Astrología, a la Alquimia, a la Kabala antigua y al ocultismo en general.

Mis horas de fatiga se pasan frente a un Kaleidoscopio.

¿Habéis pensado lo extraordinario que es un kaleidoscopio?

El que no haya pasado horas de horas mirando las maravillas de un kaleidoscopio, ignora uno de los placeres más grandes de la vida.

El kaleidoscopio es un ensueño de jardines condesados, es una redoma de peces y de estrellas amaestradas.

No comprendo que se pueda vivir sin un kaleidoscopio.

Es tan incitante y nutritivo de emociones. Ah! si hubiera alguien capaz de inventar un kaleidoscopio de perfumes, sería el nombre más grande de este siglo.

Coged un kaleidoscopio; mirad, mirad. Dad rienda suelta a vuestros nervios. Es más admirable que todas las cajas de música que puedan inventarse, es la música del ojo mil veces más conmovedora que la música del oído.

Mirad, mirad. Los vitraux fugitivos y las albas embrujadas y los crepúsculos quebrados. Ese rebaño de colores que se aleja en el tiempo, ese desfile de mariposas encantadas, ese azar de luces sin destino y pequeños bombones del ojo, que hacen las delicias de la retina.

Este instrumento tiene algo de sagrado y de juego inmortal.